El domingo 28 de junio en horas de la madrugada, cuando el pueblo hondureño se disponía a ejercer su voluntad democrática en una encuesta con carácter de consulta promovida por el Presidente de la República Manuel Zelaya Rosales para profundizar la democracia participativa, un grupo de uniformados con capuchas que afirmó recibir ordenes del Alto Mando de la Fuerza Armada, asaltó la residencia del Presidente Zelaya para secuestrarlo, desaparecerlo por unas horas y luego expulsarlo violentamente de su Patria.
Inmediatamente, el pueblo de Honduras reaccionó como digno heredero del legado de Francisco Morazán, en las calles de las distintas ciudades y pueblos de Honduras. A primeras horas de la mañana, centenares de mesas electorales recibieron a miles de mujeres y hombres que asistieron a ejercer su derecho al voto, y al ser informados del secuestro de su Presidente, se volcaron a las calles para protestar por el golpe de Estado, dando un ejemplo de heroísmo al enfrentar desarmados los fusiles y los tanques.
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