En la capital de la provincia cuyana, la Unión de Trabajadores Rurales Sin Tierra (UST), marchó para denunciar y escrachar la persecución y criminalización de campesinos y campesinas de toda la provincia, las trabas para acceder al agua y los constantes intentos de desalojos que sufren por parte del Estado y los privados
Miércoles a las 10 de la mañana y el sol anuncia el calor de la primavera mendocina. Hace tres días nomás que la nieve marcaba su presencia en todo el territorio provincial y los sectores urbanos del gran Mendoza veían, en esta oportunidad, la simpatía de la nieve y las esculturas obligadas cuando los copos se presentan en la ciudad. Paralelamente, en la tierra profunda de los cuatro puntos cardinales, campesinos y campesinas ven que sus vidas están sumidas en la precariedad de un sistema que oprime e intenta desalojarlos de sus tierras. Son campesinos e indígenas. Son personas que producen y viven donde los mapas marcan que sólo hay desierto. Son cuerpos y sentimientos que aran la tierra sin paquete tecnológico. Producen vinos sin pensar en concursos extranjeros o si Mendoza es capital internacional del vino.
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